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Lo femenino: Tan real que asusta

Lo femenino: Tan real que asusta

En este pequeño artículo haré referencia a mi experiencia clínica con mujeres que presentan sintomatología psicológica en relación a la sexualidad e intentaré indagar en la posición que ocupa la mujer en la multidimensionalidad de su subjetividad para responder otros interrogantes en torno al tema.

¿Qué es el género?

Antes de comenzar a hablar específicamente de lo psicológico, creo oportuno aclarar algunos conceptos. Desde el nacimiento, hombres y mujeres presentan una diferenciación clara desde el punto de vista biológico; sin embargo, las variantes comportamentales, sentimentales y de pensamiento se atribuyen más a la influencia de la cultura. Se estima que unos y otras tienen las mismas emociones y sentimientos, y potencialmente la misma capacidad mental. Por tanto, las diferencias convencionales en prioridades, preferencias, intereses y ocupaciones se deben al condicionamiento parental, educacional y sociocultural (Lamas, 2002). 

La sexualidad humana es un fenómeno interesante pero complejo de estudiar por su multidimensionalidad. Para poder comprenderla realmente hay que analizarla en su evolución y desde variadas perspectivas, ya que interpretarla únicamente desde el ángulo biológico. 

En ella intervienen factores biológicos, psicológicos, afectivos, históricos, culturales y sociales. Pero cuando se trabaja con temáticas de sexualidad en ámbito femenino, las lagunas teóricas e históricas a las que uno se enfrenta hacen de este ámbito un gran interrogante, a mi criterio atrapante. ¿Será que hablar del tema todavía es tabú? ¿Será que las mujeres no pueden tener problemas en este ámbito como en cualquier otro? Y todo esto cobra sentido en forma de una respuesta: el consultorio.

En torno a las patologías sexuales en las mujeres encuentro vergüenza, pudor, frustración, autoestima realmente baja, la sensación de no haber cumplido con un deber ser que es autoritario y déspota que se me ocurre llamar “sociedad”. Lógicamente hay una variable singular en todos estos temas, pero en este artículo voy a cuestionarme el rol de las exigencias sociales en la función sexual de las mujeres.

¿A qué llamamos sexualidad?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2011) la sexualidad humana se define como;

 “Un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca al sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales.” 

Sin embargo, para abordar los intereses que comprende este trabajo, es menester considerar una temática que actualmente se encuentra en el escenario: El género, el cual es fundamental considerar por dos motivos. Por un lado, propone explorar un gran problema intelectual: ¿cuál es la diferencia entre los cuerpos sexuados y los seres socialmente construidos? Y además, porque está bajo la luz de uno de los debates políticos más trascendentes: el papel de las mujeres en la sociedad (Lamas, 2013).

Experiencia clínica:

En el trabajo con las pacientes se denota claramente que la capacidad de prueba de realidad se preserva; hay diferenciación sí mismo- no sí mismo y existe capacidad para evaluar al sí mismo y a los demás en forma realista y con profundidad (Kernberg, 1992). Sin embargo, de acuerdo a lo observado en la clínica con las pacientes, lo que más padecen es su relación con un superyó meramente exigente, crítico, autoritario y punitivo; lo que las hace sentirse muchas veces acorraladas por inmensos sentimientos de culpa en situaciones cotidianas.

Recordemos que el superyó es una instancia legal que tenemos internalizada, portadora de la ley y que nos guía en la vida entre lo ético, lo permitido y lo prohibido, para ser muy sintética. Antes de diagnosticar y ser una más de la cadena en patologizar sus padecimientos, acorralándolas en una etiqueta más para la colección de etiquetas que traen ya a la primera sesión de terapia, consideré sumamente importante indagar en qué medida los estigmas sociales influyen en estas temáticas.

Al analizar el superyó y recorrerlo en su gestación y funcionalidad

Es indispensable acudir a los postulados Freudianos. El superyó es una instancia de la segunda tópica freudiana que tiene por función un ideal del yo, además el superyó tiene otra función primordial, la observación de sí,  que opera midiendo constantemente la distancia entre el yo y el ideal, generando una tensión que es necesaria a la hora de hablar de una neurosis. Como tercera función de esta instancia superyoica, se considera la conciencia moral, esta se ejerce a través de la voz que castiga, es la exteriorización de la pulsión sádica. 

Se adscribe además al dispositivo Freudiano en torno a la feminidad, la cual es concebida como una posición pasiva en lo sexual, sin embargo se hace una distinción social notable cuando se analizan otras clases de animales, mencionando que las mujeres tienden a ser las más agresivas y hostiles; así como también los aspectos de crianza no sólo son femeninos en otros animales (Freud, 1933). Entonces Freud logra articular algo importante, que es comenzar a preguntarse si lo que se asume socialmente como femenino en la especie humana es lo real como muchas familias lo enseñan y lo transmiten generacionalmente, naturalizando la sofocación de su agresión, favoreciendo emociones masoquistas, susceptibles a ligar eróticamente las tendencias destructivas vueltas hacia adentro (Freud, 1933) Entonces, ¿Cómo hacer convivir esta idea de la mujer pasiva con el creciente desarrollo social femenino? 

Y me pregunto: ¿será que la sintomatología en el terreno de lo femenino es todavía algo inconcebible?

Siguiendo los postulados de Burin (1996) se define a la mujer como un sujeto con afectos ligados a rasgos que inhiben la individualidad de la mujer, generando gran desconocimiento en su propia subjetividad, entonces

“lo mujer, se entristece cuando desearía enojarse, porque teme de modo físico y moral ser hostil (…) le es más fácil componer que confrontar, se posterga en lugar de competir y, por supuesto, experimenta un sutil resentimiento que cobra su tributo de maneras inadvertidas” (Burin, Dio-Bleichmar, 1996, p.247). 

En la actualidad hemos comenzado a poner sobre la mesa estas temáticas ya que todo apunta a un inexorable empoderamiento femenino, que en contraposición a los discursos imperantes en torno a lo que significa devenir mujer; se toma por desentendido, solicitando generar un cambio en la forma de relación al otro y al sexo. Cualquier cosa que se pueda exponer en torno a la feminidad es siempre escasa, por lo cual sugiero y concluyo con la idea de cuán necesario es pensar y repensar lo femenino para generar conocimiento a la par del desarrollo social.

Haciendo este recorrido y de acuerdo a lo observado clínicamente creo que es menester generar discursos científicos que contemplen la feminidad desde una perspectiva actual, ya que como plantea Burin (2012), el vacío que existe en el campo de la salud mental femenina se va construyendo como área específica dentro del capítulo más amplio que constituye el de la salud general. Construyendo de esta manera, una disciplina científica que contemple la perspectiva de género.  

Referencias bibliográficas:


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